miércoles, 11 de mayo de 2011

Enter the void (2009)

Difícil describir esta película con palabras. Es sobre todo un empacho para los sentidos, vamos para la vista más que nada. No es una película para todos los públicos, me explico, no para alguien impaciente ni que le guste el cine convencional desde luego. Pero sobre todo, Enter the void (Entra al vacío), es una reflexión sobre la vida, sobre las relaciones personales, y lo que a mí me ha transmitido es una sensación de soledad desoladora.

Dirigida por Gaspar Noé, argentino ubicado en Francia, es autor y director de esta película, que es más bien cine experimental. Es director de Irreversible (2002), entre otras, la cual tiene buena crítica, le echaré un vistazo.  



El inicio es ya traumático. Una explosión de luces, colores y de información que el cerebro no es capaz de asimilar, y ese es el objetivo. Los créditos, así introducidos al inicio nos preparan para el ambiente exageradamente recargado de Tokyo, sus neones de colores por doquier, sus luces parpadeantes, su oferta comercial, sus antros de perversión y, en definitiva, la maraña de seres vivos habitando esta ciudad tan enorme. Además, la visión de este Tokyo es incluso exagerada en muchas ocasiones, para causar un impacto visual en el espectador que lo mantenga dentro del ambiente hipnótico del film, un film que habla de las drogas, de la vida y de la muerte.

Nos situamos en el apartamento de Óscar, un joven americano que vive con su hermana Linda. Óscar trapichea con drogas y tiene un amigo, Alex, que le introduce en el budismo, concretamente, en la creencia de los viajes astrales y la reencarnación, según "El libro tibetano de los muertos". Óscar acaba de colocarse con un psicotrópico y el director ha tratado de que el espectador vea lo que Óscar realmente ve: multitud de efectos especiales nos muestran figuras abstractas que evolucionan en el tiempo, formas que cambian, colores, distorsiones de la realidad que lo rodea. Mientras está colocado recibe una llamada y ha de acudir, por lo que tendrá que salir a la calle en sus condiciones.

No quisiera dar más detalles porque hay sorpresas, pero decir que podremos observar cómo Óscar ve su alrededor, la distorsión de las drogas y cómo se ve él a sí mismo y a los demás, fuera de su cuerpo, en el trance de estar la frontera entre la vida y la muerte. La cámara casi siempre se situa detrás, dando una sensación de primera persona continuamente.

Entonces la película se convierte en una verdadera expresión de lo que alguien experimentaría en trances cercanos a la muerte según el budismo (y posiblemente más religiones, no?): una visión de los seres queridos y un repaso a la vida pasada, y es ahí donde tiene una carga emotiva muy importante. Combinando hechos pasados con paralelismos recientes, al más espuro estilo de Alan Moore en Watchmen, podemos "vivir" con Óscar aquellos pasajes de su vida que le importaron más, los momentos en los que fue más feliz, cómo vivio la relación con su madre cuando era niño, y con su hermana, a la que aún hoy sigue muy unido.

En su viaje astral, Óscar completará un círculo y seguirá su camino, pero es realmente en sus recuerdos de la infancia y su comparación con la vida actual que lleva donde a mí me genera el sentimiento profundo de soledad que antes mencionaba. El personaje revive vívidamente los momentos de toma del pecho de su madre, la relación de juego y cercanía con su hermana, mientras que por otra parte, las relaciones en la edad adulta son muy diferentes y a veces más distantes o más vacías. Cuando era niño era feliz con su familia, pero ahora es mayor y no sabe muy bien qué ha hecho con su vida. Es el cómo hemos sido y cómo somos, sin habernos percatado de cómo hemos cambiado y cuánto nos importan cosas que antes no existían, necesidades nuevas, y no recordamos lo que para nosotros era imprescindible. Una sensación de pérdida, de estar solos ante los cambios, tan solo amortiguada por el olvido. Un olvido de lo que realmente te importaba y de lo que querías haber hecho con tu vida. Darín en "El secreto de sus ojos" dijo algo como "es que anduve distraído todos estos años". Y una sensación de soledad hacia la muerte, no por miedo a ella, sino por no haber llenado la vida con el mismo espíritu e interés de la infancia.

Yo particularmente no creo en la reencarnación, tema tratado en Enter the void, pero aún así me parece una visión muy impactante y emotiva de los seres humanos.

Esta película no te deja indiferente desde luego. En contra hay que decir muchas cosas: duración excesiva (2 horas y media), planos interminablemente repetidos de viaje astral por los tejados de Tokyo, es difícil no marearse al verla, luces parpadeantes y megabrillantes... Es decir, no es para nada fácil de ver. Pero tiene momentos muy buenos. Muy duros, pero muy emotivos: las escenas con la madre, la promesa entre hermanos. Lo más que puedo decir es que hay que aprovechar el hoy, y más no creyendo en la reencarnación ni en la otra vida ni nada de eso.



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