Segundo disco tras el retorno de
la banda sin Layne Staley, y bastante esperado por cierto dado el gran nivel
del disco anterior “Black gives way to blue”. Mucho se ha hablado de lo que es
AIC sin Layne, que era tan carismático en su forma de interpretar la música,
único en su registro y aportaba un toque de amargura incluso rayando en un aire
demencial, pero que tan bien encajaba dentro del sonido de la banda. Dicho
sonido es la huella dactilar de Jerry Cantrell y su forma de tocar la guitarra,
que ya cantaba entonces, aunque sin ser la voz principal, pero era el
compositor de las canciones. Ahora, Alice in Chains sigue sonando para mí a lo
mismo que antes, aunque evidentemente le falta algo que no se puede reemplazar
aunque colabore ahora otro cantante como es William DuVall.
Y en ese sentido el disco
anterior era muy bueno, con algunas canciones de primerísimo nivel y algunas
como esa “Check my brain” con un toque insano de guitarra confirmando que la
banda mantenía su sello. Este disco, sin canciones tan directas, pienso que
sigue el mismo camino. “Stone” es la canción que heredaría esta personalidad de
la que estamos hablando (y es el temazo del disco), pero todas las demás son
tal vez para escuchar más tiempo y acabar disfrutando más pausadamente. “The
devil put dinosaurs here” es una que va entrando un poco después, y la que da
título al disco, con un mensaje irónico sobre el diablo manejando el devenir de
la existencia o la propia humanidad, lo que sustenta una crítica a la religión
y a las cosas que nos creemos como paradigma porque alguna organización nos lo
hace pensar así.
Es cierto que Alice in Chains no
es una banda de radiohits, aunque en los 90, cuando este rollo “molaba”, sí que
tuvieron unos cuantos en una difusión hoy impensable en los medios musicales
que padecemos, digo que tenemos, o tal vez que no tenemos. Pero en cambio, este
disco no dista en el nivel de su composición y su sonido en otros anteriores,
evidentemente salvando las distancias de la presencia de Layne Staley, por lo
que no tiene ningún sentido establecer diferencias en este aspecto. William
DuVall está más integrado ahora en la banda, en la que sigue cantando Cantrell
como voz principal. También hay quien dice que este disco es más suave que el
anterior, y la verdad que no acabo de ver dónde. Es un disco largo (67 minutos)
y denso, para escuchar mucho y meterse bien en las canciones, para disfrutar
con el paso de los años, esos que te siguen gustando tiempo después.
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