El otro día vi esta deliciosa
película, que me llamó muchísimo la atención desde que vi el tráiler. Frank
(Frank Langella, excelente papel) es un hombre mayor en un futuro cercano y con una tecnología más avanzada, que
vive solo y de forma descuidada, y preocupa a sus dos hijos, Hunter (James
Marsden, que ya coincidió con Langella en “The box”) y la guapa Madison (Liv
Tyler), que quieren lo mejor para él pero no pueden o no quieren dedicarle el
tiempo que necesitaría. Hunter decide que un robot asistente puede ser la
solución para cuidar de su padre, pero Frank, que tiene sus propias cosas en
qué pensar, lo ve como una auténtica molestia y rayando en la falta de respeto.
Este planteamiento dramático gira
hacia su genial planteamiento cuando descubrimos que Frank fue un ladrón
profesional y que ahora en su vejez sigue teniendo necesidades cleptómanas e
incluso aspira a realizar un atraco profesional en una biblioteca. Para ello,
llegará a entenderse con el robot, al que al principio no tolera, para
convertirlo en su secuaz y ayudante en el robo.
El film derrocha sensibilidad, centrada
en la relación entre Frank y el robot. A Frank le sirven sus planes para tener
un objetivo, una distracción, algo que lo mantenga concentrado y enfocando su
mente en una tarea. La diferencia entre vivir vegetando o poder llegar a ser
feliz, lo que queremos todos. El robot “entiende” esta situación y lo
acompañará incluso a través de la ilegalidad en escenas muy divertidas. Este se
limita a aplicar la lógica necesaria para el mayor bienestar de Frank, y Frank
tiene incluso que convencerlo de que el plan para el atraco está bien diseñado,
pero ello le hace esforzarse aún más.
La relación de rechazo ante el
robot y lo que representa –una vía de escape de sus hijos para poder
desentenderse de él de una manera aceptable—, se irá convirtiendo en una amistad
hasta el último extremo. No cuento más porque es interesante hasta el final.